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jueves, 1 de noviembre de 2012

CATEQUESIS DOMINGO 29 DEL AÑO (B)


DOMINGO 29 DEL AÑO (B)
 “ser discípulo es saber servir”

Liturgia:
Isaías 53, 10-11; Carta a los Hebreos 4, 14-16;
Marcos 10, 35-45 o 10, 42-45

Introducción
No es difícil entender que Jesús quiere que aprendamos lo mejor para poder participar del Reino de Dios, como nos enseñaba la liturgia del domingo pasado, el problema es que somos tercos, de cabeza dura y nos cuesta aceptar las exigencias que él nos hace. Mientras Jesús nos habla del desprendimiento todavía estamos con la mirada puesta en ser grandes, importantes, tener y retener las cosas como garantía del futuro. Como todavía no entendemos de todo el mensaje del evangelio, y si lo entendemos nos cuesta ponerlo en práctica, pensamos también en los primeros puestos o qué lugar ocuparemos en el cielo.
Los discípulos en el episodio de esta semana obrarán así dejando entender que no comprendieron nada de toda la enseñanza de Jesús, y si la entendieron todavía siguen con el pensamiento de quién es el más grande y que dejaron todo para seguirlo y consecuentemente, tienen derechos o pueden elegir un lugar en el cielo.

Atención: Haremos una división para que el cuento sirva mejor a los padres y otro a los niños.

CATEQUESIS PARA LOS PADRES
Escuchemos un hecho real y pensemos un poco cómo Dios nos devuelve el bien y el servicio que hacemos sin pensar en retribuciones.

Una noche de tormenta, hace ya bastantes años, un matrimonio mayor entró en la recepción de un pequeño hotel en Filadelfia. Se aproximaron al mostrador y preguntaron: "¿Puede darnos una habitación?".
El empleado, un hombre atento y de movimientos rápidos, les dijo: "Lo siento de verdad, pero hoy se celebran tres convenciones simultáneas en la ciudad. Todas nuestras habitaciones y las de los demás hoteles cercanos están ocupadas”. El matrimonio manifestó discretamente su agobio, pues era difícil que a esa hora y con ese tiempo tan horroroso pudieran encontrar dónde pasar la noche. El empleado entonces les dijo: "Miren..., no puedo dejarles marchar sin más con este aguacero. Si ustedes aceptan la incomodidad, puedo ofrecerles mi propia habitación. Yo me arreglaré con el sillón de la oficina, pues tengo que estar toda la noche pendiente de lo que pase”. 
El matrimonio rechazó el ofrecimiento, pues les parecía abusar de la cortesía de aquel hombre. Pero el empleado insistió con cordialidad y finalmente ocuparon su habitación. A la mañana siguiente, al pagar la estancia, aquel hombre dijo al empleado: "Usted es el tipo de gerente que yo tendría en mi propio hotel. Quizás algún día construya uno para devolverle el favor que hoy nos ha hecho". Él tomó la frase como un cumplido y se despidieron amistosamente. 
Pasados dos años, recibió una carta de aquel hombre, donde le recordaba la anécdota y le enviaba un billete de ida y vuelta a New York, con la petición expresa de que por favor acudiese. Con cierta curiosidad, aceptó el ofrecimiento. Después de un breve recorrido, el hombre mayor le condujo hasta la esquina de la Quinta Avenida y la calle 34, señaló un imponente edificio con fachada de piedra rojiza y le dijo: "Este es el hotel que estoy construyendo para usted". El empleado le miró con asombro: "¿Es una broma, verdad?". "Puedo asegurarle que no", le contestó. Así fue como William Waldorf Astor construyó el Waldorf Astoria original y contrató a su primer gerente, de nombre George C. Boldt. 

Es evidente que Boldt no podía imaginar que su vida estaba cambiando para siempre cuando tuvo el detalle al atender cortésmente al viejo Waldorf Astor en aquella noche tormentosa en Filadelfia. Pero lo sucedido es una muestra de cómo servir a los demás es algo que siempre tiene un buen retorno, sobre todo cuando uno no lo busca ni lo espera. 
La amistad, el amor, la felicidad y el servicio a los demás, son realidades muy vinculadas. Nadie puede asegurarnos la felicidad, pero lo que a cada uno corresponde es procurar merecerla. La felicidad es como el premio de la virtud. Por eso decía Platón que “si el semblante de la virtud pudiera verse, enamoraría a todos”. 
¿Por qué estamos viendo este cuento real en lugar de otro? Porque en nuestra vida real el servicio desinteresado a los demás ya está pasado de moda, porque la sociedad nos apunta a las ganancias. Y cuando pensamos en las cosas de Dios lo pensamos desde esa misma mirada – el domingo pasado Pedro le decía a Jesús: “Señor, hemos dejado todo para seguirte” – buscando una recompensa que es el cielo.
El Evangelio de hoy nos hablará justamente de ese tema. Nuestra capacidad de servicio no es para que pensemos qué puesto tendremos en el cielo, sino para que nos realicemos a través del servicio.

Escuchemos el evangelio: Marcos 10, 35-45 o 10, 42-45
¿Qué pedido hacen los discípulos a Jesús? ¿Qué le pediríamos nosotros?
¿Cómo entendemos la respuesta de Jesús?


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