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jueves, 16 de agosto de 2012

CATEQUESIS 20 DOMINGO DEL AÑO (B)



DOMINGO 20 DEL AÑO (B)
“JESÚS ES ALIMENTO PARA LA VIDA DEL MUNDO”

Liturgia:
Proverbios 9, 1-6; Efesios 5, 15-20;
Juan 6, 51-59

Introducción: El domingo pasado Jesús nos invitaba a nosotros a hacer una experiencia de fe y tal experiencia consistía también en aprender a confiar de manera filial en Dios que se manifiesta todos los días entre nosotros. Veíamos que cuando estamos apegados a lo material, dejando de percibir la bondadosa manifestación de nuestro Dios que se multiplica y se da en alimento a través de su Hijo Jesús.
La liturgia de este domingo sigue con el discurso del Pan de Vida, tomado del Evangelio de Juan, capítulo 6. Todos murmuraban porque no entendían cómo Jesús podía decir que había bajado del cielo si sus parientes eran todos conocidos. ¡Es blasfemia lo que dice ese! (Domingo pasado) Las murmuraciones siguen, pero con un tono más drástico y un tono de “pecado en el aire”. ¿Cómo este puede decir que nos dará su carne a comer? Para la gente eso es un pecado, porque Dios prohíbe los sacrificios humanos y comer la carne de los sacrificados. Sigue esa gente sin entender nada. Sigue sin entendimiento porque están todavía aferrados a las normas, leyes sociales, culturales y religiosas de su tiempo; aferrados y atrapados por el fanatismo y no consiguen ver la acción de Dios en medio de ellos.

Pensemos un poco en nuestra vida, a través del cuento y después la iluminaremos con la Palabra de Dios.
Había una vez un anciano que pasaba los días pescando, sentado junto al rio, a la entrada de un pueblo. Un día pasó por allí un joven, se acercó y le dijo:
- Disculpe señor, soy nuevo aquí, nunca antes había venido por estos lugares. ¿Cómo es la gente de esta ciudad?
El anciano le respondió con otra pregunta: ¿Cómo eran los habitantes de la ciudad de donde vienes?
-Egoístas y malvados, por eso estoy contento de haberme marchado de allí.
- Pues precisamente así son los habitantes de esta ciudad -le respondió el anciano. 
Un poco después, pasó otro joven, se acercó al anciano y le expuso la misma cuestión: Perdone, justamente acabo de mudarme y es la primera vez que voy a entrar en esta ciudad, ¿podría decirme cómo son sus habitantes?
El anciano le respondió de nuevo con la misma pregunta: ¿Cómo eran los habitantes de la ciudad de donde vienes?
-Eran buenos y generosos, hospitalarios, honestos y trabajadores. Tenía tantos amigos que me ha costado mucho separarme de ellos.
-Pues también los habitantes de esta ciudad son así -respondió el anciano.
Un hombre que había llevado a sus animales a beber agua al rio y que había escuchado ambas conversaciones, en cuanto el segundo joven se alejó le preguntó al anciano: ¿Cómo puedes dar dos respuestas completamente diferentes a la misma pregunta realizada por dos personas?
-Mira -respondió el anciano-, es muy sencillo. Cada persona lleva el Universo en su corazón. Quien no ha encontrado nada bueno en su pasado, tampoco lo encontrará aquí. En cambio, aquel que tenía amigos en su ciudad, también aquí encontrará amigos fieles y leales. Porque las personas son lo que encuentran en sí mismas. Uno siempre encuentra lo que espera encontrar.

¿Qué universo llevamos dentro de nuestro corazón? ¿Podemos ver lo bueno de las cosas que están a nuestro alrededor?
Según los evangelios anteriores, la gente que va al encuentro de Jesús ya estaba acostumbrada a murmurar, a quejarse, a hacer reclamos desde la época de Moisés, ¿qué tipo de universo ha construido esa gente en su corazón? ¿Ya encontraste lo que querés encontrar? ¿Qué buscás, lo pasajero o lo eterno?

El universo construido por esa gente es el que está marcado por la fe de conveniencia, por ese motivo, tantas veces Dios ha llamado la atención de ese pueblo por abandonarlo y salir en la búsqueda de soluciones inmediatas o respuestas en otros dioses. Por ese mismo motivo no consiguen ver en Jesús la manifestación de Dios, anunciando que el Reino esperado ya está en curso, que ha llegado y que el único requisito es la adhesión, la apertura, la confianza y entrega. A todo eso le llamamos fe; creer en aquel que vino del cielo, el Amigo, la Luz, la Verdad, el Camino, el Pastor, el Pan de Vida, etc.

Ahora, leeremos el Evangelio de Juan 6, 51-59 para iluminar todo lo que hemos compartido.
Si nos damos cuenta, Jesús repite las mismas palabras del Evangelio pasado, pero le agrega a su discurso algo nuevo. ¿Qué de nuevo Jesús agrega?

Lo nuevo es que ahora habla de su cuerpo como alimento y su sangre como bebida. Lo repite de forma gradual y ascendente, siempre dando un nuevo sentido, veamos cómo lo hace:
6, 51 -  “… y el pan que yo les daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo”;
6, 53 - “Yo les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida en ustedes”;
6, 54 – “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré el último día”;
6, 55 – “Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida”;
6, 56 – “El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él”.

Si buscando el sentido, viendo las palabras y los significados nuevos que Jesús va dando a su discurso, llegamos a la siguiente conclusión:
Pan = Carne para el mundo;
Comer de esta carne y beber de esta sangre = vida, no comer ni beber = no tener vida;
Comer y beber = tener vida eterna;
Carne y Sangre = Verdaderos alimentos;
Comer y beber = vivir en Jesús.

Así, Jesús nos va introduciendo en este Misterio que llamamos Eucaristía. El pan que vemos en la hostia, ya no es pan natural, sino el Cuerpo y Sangre de Jesús que es ofrecido para que tengamos vida. No apenas una vida en este mundo, que se inicia y se termina aquí, sino una vida eterna y así poder vivir con él.

TODA LA CATEQUESIS EN DESCARGAS


1 comentario:

  1. hola amigos! por supuesto que es muy interesante lo que nos muestran, lo que me gustaría es tener una dinámica diferente para trabajar con niños de 9 y 1l años. Como hacer para ejemplificar de manera práctica este Evangelio tan difícil para un niño? Gracias desde ya por su aporte. Espero respuesta.

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